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El motín de la prisión de Canaleta

Estamos a punto de cumplir 19 años del mayor motín carcelario ocurrido en la Cuba revolucionaria, se trata de la revuelta y evasión de reclusos,  ocurrida el seis de diciembre de 1999 en la Prisión Provincial de Ciego de Ávila, conocida como prisión de Canaleta, por estar ubicada en el barrio del mismo nombre en la Circunvalación Sur de Ciego de Ávila. A pesar de la gravedad de los hechos, muy poco se ha escrito sobre los referidos sucesos, toda vez que el gobierno cubano se encargó de tejer un espeso manto de silencio. No obstante a ello vamos a acercarnos en lo posible a la verdadera historia del motín, para ello consultamos la petición fiscal de la causa penal, confrontando declaraciones que prestaron los propios acusados, testigos y testimonios de operadores del derechos participantes en el juicio sumarísimo efectuado en la causa 44 del año 2000 de la radicación de la Sala Primera de lo Penal del Tribunal Popular Provincial de Ciego de Ávila, así como un escrito bajado de internet, de Cubanet, Agencia de Prensa Independiente, de la autoría de Juan Carlos González, el Ciego, titulado, Purga de oficiales del MININT en Ciego de Ávila, con fecha 18 de julio de 2000.

En esta macabra trama policíaca comenzaremos por describir a su cabecilla, Morlaix Nodal Pozo, de 30 años de edad, quien se encontraba recluido en Canaleta desde 1992 por distintos delitos de robos con fuerza a bancos y diplo-tiendas de Ciego de Ávila.  Morlaix, además de los robos, tenía pendiente una sanción de asesinato por haber lanzado a su víctima decapitada en un pozo, pero la cabeza del occiso aún no había sido encontrada. Morlaix era un hombre muy frío y calculador, sin un físico impresionante se destacaba por su extrema crueldad e inteligencia, sabía que nunca saldría vivo de la prisión y concibió desde su celda de aislamiento No 63 un plan de fuga que consistía básicamente en reclutar a presos dispuestos a jugarse la vida, para tomar a varios funcionarios del orden interior (FOI) como rehenes, dirigirse con los mismos al aeropuerto Máximo Gómez del municipio  Ciro Redondo y exigir una aeronave para volar a los Estados Unidos de América so pena de ejecutar a los rehenes. El plan sonaba descabellado pero según declararon sus participantes posteriormente, era preferible morir de una sola vez a morir lentamente todos los días. Las cárceles cubanas son horrorosas pero Canaleta se consideraba de las peores. Los internos sufrían toda clase de maltratos y privaciones, además de abusos físicos entre ellos y por parte de los funcionarios carcelarios. La comida era un caldo maloliente y las enfermedades hacían mella en los reclusos, destacándose la tuberculosis y las enfermedades de la piel y gastrointestinales. Canaleta sin duda era el infierno en la tierra tal como lo describió Dante.

Morlaix tomó años en encontrar colaboradores pero al fin logró sumar a un eficaz lugarteniente, Héctor Santana Vega, de 29 años de edad, quien estaba internado en prisión desde los 18 años de edad. Santana era pasillero de la prisión, o sea un recluso que desempeñaba ciertas funciones auxiliares en el penal, como abrir puertas, llevar recados, etc.  y se desplazaba libremente por el presidio, por lo que el mismo reclutó rápidamente para la fuga a los restantes implicados, Reidel Rodríguez Rey, de 27 años, conocido como el cojo, quien ingreso a prisión a los 19 años, Osmany Brito Cartaya, el Pichón, de 22 años, Julio Alberto Morales Montero, de 25 años y Alberto Díaz Pérez de 21 años. Lo más difícil de la conspiración fue mantenerla en secreto. En una prisión cubana, es casi imposible ocultar secretos porque existe un eficaz sistema de reclusos delatores. No obstante a ello los implicados lograron ocultar pinchos carcelarios y pedazos de tubos de hierro que podían servir como eficaces armas. Para lograr el secreto de la conspiración se decretó por los implicados la ley del silencio, al que hablara ¨se le hiba el caballo¨. Así varios reclusos se enteraron de lo que se preparaba pero nadie hablaba, la muerte sería segura, incluso aunque trasladaran al recluso delator a otra prisión. Los hechos posteriores confirmaron que los conspiradores hablaban en serio.

Finalmente Morlaix da la orden de ejecutar el plan la noche del seis de diciembre de 1999, la cual es impartida por Héctor a los demás. La acción comienza por la segunda planta del penal, en el cubículo 52, cuando a las 10pm aproximadamente, el FOI Alexis Aguilar Núñez responsable de ese destacamento, ordena guardar el televisor de Alberto en el interior del cubículo, ya que el equipo se encontraba en el pasillo hasta esa hora como era usual. Para ello abre la reja del cubículo 52 cuando es agredido súbitamente con armas carcelarias por Reidel, Alberto y Julio Alberto.  Reidel Alberto pinchan por el hígado y axila al FOI hasta que interviene  Julio Alberto y le asesta fuertes golpes con un tubo en la cabeza neutralizándolo totalmente, procediendo Héctor a despojarlo de las llaves de los demás destacamentos y entre todos lo arrastran inconsciente al interior del cubículo 52. Héctor corre hasta el destacamento 8 cubículo 42 y saca a Osmany. En ese momento acuden los funcionarios Juan Carlos Pie Escalona y Pedro Álvarez Corría al escuchar ruidos a la puerta del destacamento, por lo que  Héctor abre la puerta manifestando que existen problemas en el interior del destacamento 52, al llegar ambos funcionarios son sorprendidos por Alberto y Reidel quienes apuñalan a los militares mientras Julio Alberto y Osmany los golpean con el tubo hasta reducirlos a la obediencia y atarlos de pie y manos con tiras torcidas de sábanas que los propios reclusos habían preparado. Al lugar de los hechos llega el Jefe de Pelotón de Orden Interior Juan Manuel Raña Pérez por la reja que había quedado abierta y es súbitamente atacado y neutralizado por los mismos reclusos, siendo también atado y amordazado. Héctor luego de quitarle las llaves al funcionario Pie Escalona, se dirige a las celdas de aislamiento y libera de la celda 63 al cabecilla Morlaix, quien asume rápidamente el mando del grupo.

Lo primero que ordena es sacar los restantes reclusos del cubículo 52 y trasladarlos hacia el 53 para dejar solos a los militares neutralizados en el 52. Entonces Morlaix, Héctor y Osmany se visten de militares con los uniformes de los agentes capturados para facilitar el plan de fuga y en unión de Alberto comienzan a asesinar a los militares amarrados, bajo las órdenes imperativas de Morlaix, propinándoles cuchilladas y golpes con el tubo por partes sensibles de los cuerpos inertes hasta provocar la muerte de los militares Juan Manuel Raña Pérez y Pedro Álvarez Corría, mientras que Juan Carlos Pie Escalona y Alexis Águila Núñez quedan agonizando y los amotinados los dan por muertos aunque no lo estaban realmente y finalmente sobrevivieron a estos sucesos. Terminada la masacre Morlaix ordena cerrar con llave este destacamento 52 y dirigirse a la primera planta a los destacamentos 6 y 7, manteniendo la misma formación, el pasillero Héctor Santana Vega marchaba al frente para engañar a los custodios militares, mientras que los restantes implicados avanzabas escondidos detrás. Así sorprenden y matan al FOI Reinaldo Guerra Estrada, conocido por Pina, por ser vecino de esta ciudad. Luego logran llegar al área conocida por el túnel, que es un amplio pasillo que comunica los destacamentos 1 y 6, donde también sorprenden al FOI Camilo Mora Martínez al cual degollan con las armas carcelarias y sin embargo pese a darlo por muerto los rebeldes, sobrevive gravemente herido. También de igual forma sorprenden al funcionario Ángel Torres Coba, causándole la muerte a puñaladas y tubazos, al igual que al militar Ramón Navarro Domínguez. Logrando de esta forma neutralizar la custodia del penal, al quitar los interruptores de la electricidad y los dos funcionarios que quedaban en el interior del penal que omitiremos por respeto sus nombres, se encerraron cobardemente en sus respectivos destacamentos y no acudieron en auxilio de sus camaradas de armas, hechos por los que fueron juzgados severamente por tribunales militares.

Acto seguido el sanguinario grupo se encaminó a la última puerta interior de la penitenciaria y se topan con dos reclusos del área de la cocina a los que exigen que llamaran a los funcionarios exteriores para que abrieran la puerta. Estos reclusos se niegan atemorizados y piden socorro a los funcionarios momento en que confundida la funcionaria Míriam Santamaría García abre la reja de acceso y es sorprendida por Osmany que la toma por el cuello mientras Reidel le pone una cuchilla en el cuello, mientras que el FOI Miguel Antonio Fajardo Álvarez corre en su ayuda pero es derribado brutalmente por Julio Alberto  con un golpe de tubo en la cabeza. También acudió el FOI José Julio González López que igualmente fue derribado a tubazos por Julio Alberto el cual debemos apuntar era un hombre de muy fuerte complexión física, incluso era el más alto de todos los prófugos. El oficial de guardia superior Marino García Fuentes trató de huir por el túnel de la cerca perimetral para buscar refuerzos pero fue capturado en la puerta magnética cerrada por el grupo, siendo tomado como rehén, al igual que la oficial Míriam. Entonces sucedió otra cosa imprevisible, Héctor, logra escalar la puerta magnética y abrirla a patadas, logrando el grupo abandonar el penal y acceder a la posta No 1 que se utiliza como acceso al penal de Canaleta. Esta puerta magnética se suponía que era segura pero no fue suficiente para contener al resuelto grupo. Al llegar a la posta el grupo, se genera una confusión porque tres reclusos vestían de militar y además llevaban dos militares rehenes. Los guardias de la posta disparan con los fusiles AKM al aire y embisten con las bayonetas a los prófugos, momento en que la funcionaria Míriam aprovecha para liberarse mientras salen a la Circunvalación Sur los prófugos. En esta confusión se incorpora otro militar Ángel García Valle, el cual fue capturado inmediatamente y tomado como rehén en sustitución de la funcionaria Míriam. Ya en libertad se dirigen a la Fábrica de Tubos Indalecio Montejo, conocida como Chapeadoras, para capturar las armas de los custodios lo que no pudieron lograr, instante en que llega un camión con soldados armados. En este punto existe una contradicción que todavía no se ha esclarecido, puesto que el escrito de petición fiscal refiere que eran militares de la prisión que procedían a la captura de los evadidos, mientras que operadores del derecho participantes en el correspondiente juicio oral testimonian que el camión de guardias provenía de refuerzos de la Jefatura Provincial del Ministerio del Interior, versión a la que doy más crédito puesto que los guardias arribados al lugar eran inexpertos y comenzaron a disparar irresponsablemente contra el grupo en la mayor oscuridad reinante sin ponderar que se encontraban rehenes dos de sus propios compañeros de armas, quienes gritaban en la oscuridad que no disparasen. Lo cierto es que en el tiroteo que se produjo afortunadamente no hubo ni un sólo herido, lo que pone en duda la puntería de estos militares y los amotinados se dispersaron en la oscuridad y los rehenes lograron huir ilesos.

Lo que sucedió después es más difícil de reconstruir por los escasos datos disponibles. Finalmente los prófugos se dividieron en dos grupos. El primer grupo integrado por Morlaix, Héctor y Reidel, fueron capturados al mediodía del día siguiente siete de diciembre, en las cercanías del lugar escondidos en la manigua, recibieron una golpiza propinada por los oficiales de búsqueda y captura y ya en la camioneta que los transportaba, Reidel logró darle una fuerte patada al oficial Bárbaro Acuña Chávez que lo lanzó fuera del vehículo provocándole lesiones. El otro grupo de rebeldes compuesto por Osmany, Alberto y Julio Alberto logró llegar a la zona de Nadales a unos kilómetros de la prisión y se escondieron dos días, dentro de un campo de caña, hicieron como los guerrilleros vietnamitas, abrieron huecos y se taparon con la paja de la caña. Ni con perros ni con la candela al cañaveral salieron, parece que la caña no prendió suficientemente. Entonces las autoridades recurrieron a un recurso extremo, trajeron equipos bulldozer y comenzaron a demoler los cañaverales amenazando con sepultar definitivamente a los evadidos, hasta que tuvieron que salir ante el inminente entierro. Allí recibieron salvajes palizas por sus captores, oficiales todos del Ministerio del Interior Cubano y fueron conducidos a celdas aisladas en la Instrucción Provincial de Ciego de Ávila, donde quedaron incomunicados totalmente. En total fallecieron cinco combatientes del Ministerio del Interior y cinco sobrevivieron gravemente heridos, así como tres militares fueron capturados como rehenes. Los amotinados sobrevivieron a las palizas.

Como epílogo diremos que fue celebrado juicio oral sumarísimo en la causa 44 del 2000 de la radicación de la Sala Primera del Tribunal Provincial Popular de Ciego de Ávila, presidido por el juez Rodolfo Máximo Fernández Romo y condenados los seis acusados a pena de muerte, en un proceso penal donde los abogados sólo pudieron hablar con sus defendidos minutos antes de comenzar el juicio oral y donde los términos fueron acortados a voluntad del tribunal. Rápidamente se realizó la apelación de oficio ante el Tribunal Supremo Popular que se constituyó en Ciego de Ávila y fue ratificada la pena máxima. Sin embargo los sancionados fueron beneficiados por una moratoria a la pena de muerte decretada por el gobierno cubano y fue conmutada la sentencia a prisión perpetua. Los seis amotinados se encuentran recluidos en la actualidad en la prisión de más alta seguridad de Cuba, la prisión de Kilo 8 en Camagüey. Según Juan Carlos González, El Ciego, se produjo con posterioridad a estos hechos una purga de oficiales del Ministerio del Interior, donde el Delegado Provincial del Ministerio del Interior en Ciego de Ávila, Olimpio Delgado, fue pasado a retiro. Miguel Daniel Iglesias, Jefe Provincial de Cárceles y Prisiones fue degradado y pasado a Segundo Jefe de la Prisión Kilo 8 en Camagüey. Como ya se dijo fueron juzgados dos funcionarios de orden interior de Canaleta y encarcelados en la prisión militar La Cuba, con sanción de 18 años de privación de libertad. Según la misma fuente de Cubanet, los maltratos en Canaleta continuaron igual que antes de la purga.

De estos hechos podemos extraer algunas conclusiones:

1- Los maltratos en las prisiones obviando las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el tratamiento a reclusos (Reglas Mandela) pueden traer gravísimas consecuencias para los internos y sus familiares, así como para los carceleros y la sociedad en general.

2- El aparato carcelario-militar del régimen demostró ser muy vulnerable ante un decidido grupo de personas solamente portadoras de armas carcelarias, que enfrentaron incluso a muchos hombres armados que efectuaron multitud de disparos.

3- Los hechos de la prisión de Canaleta deben ser estudiados a profundidad con fuentes confiables y deben salir a la luz pública todos los acontecimientos que allí acaecieron para que nunca más vuelvan a repetirse en una prisión cubana.

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