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Acuerdos, ilusiones y juramentos

El Parlamento Europeo dio su consentimiento esta semana -con una impresionante mayoría de votos- para que los países del viejo continente cambien su relación con Cuba y comiencen  un tiempo nuevo  de cercanía, cooperación, dialogo y relaciones comerciales con la dictadura militar que gobierna esa isla del Caribe.

Eso sí, menos mal,  los experimentados demócratas de Bruselas han tenido la sabiduría y la precaución de aprobar también un documento en el que se  le exige al castrismo que respete los derechos humanos o se podría suspender de pronto la pachanga del dinero y las inversiones.

El Acuerdo de Dialogo Político y Cooperación UE-Cuba avalado ahora, fue firmado en diciembre último por Federica Mogherine, la Alta Comisionada de Para la Política Exterior y el canciller Bruno Rodríguez.  Este compromiso elimina la llamada Posición Común, propuesta en 1996 por iniciativa el presidente español José María Aznar, que exigía al castrismo respeto a los derechos humanos y transformaciones comerciales para normalizar las relaciones.

Se habla con insistencia, en ciertos círculos,  de que en sus recorridos por Europa el canciller Rodríguez suele jurar por lo más sagrado  que en Cuba hay cambios,  se permiten libertades a los ciudadanos  y se tienen en cuenta  sus derechos.

Europa, que conoce con fotografía, detalles y banda sonora la represión que padecen los cubanos y los avatares de 140 opositores pacíficos en las cárceles, tiene que haber recibido –ilusionada-  una ola de esperanza y optimismo desde el Caribe para suscribir su nueva alianza con Cuba.  Y debe de tener la convicción de que, una vez que se inicien las inversiones y se estreche el abrazo, el régimen pondrá en libertad a los presos políticos y enviará a sus cuarteles a los policías que arrestan, acosan y golpean en la calle a las Damas de Blanco y a los activistas de la oposición.

Se habla con insistencia,  en ciertos círculos,  de que en sus recorridos por Europa el canciller Rodríguez suele jurar por lo más sagrado  que en Cuba hay cambios,  se permiten libertades a los ciudadanos  y se tienen en cuenta  sus derechos.

Mientras tanto, en Bruselas se afina la papelería para las inversiones, los expertos europeos  estudian probables zonas fecundas en las ruinas de la economía cubana, se preparan equipajes para viajes al trópico  y los sabios demócratas también juran por lo más sagrado que ellos le creen a Rodríguez y a la dictadura que algún día respetarán  los derechos humanos.

 

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