El sistema de panfletos que se ha instalado en Cuba, escrito en un español de facultad obrera ornamentado por traducciones de fórmulas rusas, es uno de los dos dominios en los que el socialismo es exitoso y ejemplar. El otro es el aparato represivo. Y ese matrimonio bien llevado es la esencia del poder de la maquinaria que ha permitido dejar al país cautivo y en la miseria, a los grandes sectores de la población sin libertad y pobres. Y a las familias rotas.
El poder del esquema propagandístico radica, entre otras cosas, en que difunde de San Antonio a Maisí, las 24 horas del día, las consignas que salen de los laboratorios del partido comunista y se trata de un sonsonete tenaz, sin alternativas para ponerlo en duda, que actúa como una droga en una zona importante de la ciudadanía. ¿A que no saben quién es, desde esa óptica multitudinaria, el responsable de todos los problemas que enfrentan hoy día los cubanos? Sí, Donald Trump, el presidente de los Estados Unidos de América.
Para cualquier persona que viva en un país democrático y esté acostumbrado al acceso a la diversidad informativa, los medios cubanos de comunicación conforman una única categoría de mamotretos torpes y azucarados que no tienen nada que ver con la realidad de la Isla. Pero la verdad es que aquellos boletines partidistas que funcionan como diarios, emisoras de radio y televisión y revistas, cumplen con rigor su papel al servicio de una ideología y proponen una nación que no existe.
Junto a los teques políticos, promueven con el mismo empeño, los planes de desarrollo, los éxitos de la economía, el esplendor de la agricultura hasta un nivel tan delirante que ahí –debido a desnudez diaria de los manteles– no han alcanzado mucho rango de credibilidad y han despertado de repente el humor de la gente de la calle. “Sacaron papas y plátanos”, dice alguien. “¿Dónde?”, preguntan. “En el noticiero”, responde el hombre.
Lo grave del problema de los panfletos tiene que ver, como se ha visto, con todo lo que dicen y promueven, el triunfalismo y la difusión de boberías recicladas sobre el socialismo. Y tiene que ver también, desde luego, con todo lo que ocultan. La vida real, las alternativas cotidianas con velos de escasez, amargura y puertas cerradas.
Como está establecido, tampoco puede aparecer ni una palabra o una imagen sobre el trabajo de los opositores pacíficos, el periodismo independiente y los artistas libres. Nada sobre la violencia contra las Damas de Blanco y Berta Soler su representante, los activistas de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), los hombres y mujeres de a pie que luchan por la libertad en todo el país.
No. Nada de eso. Para ellos entra en función el otro dominio ejemplar del castrismo: la represión.