Aunque el mes de mayo ya pasó, todos sabemos que ese mes guarda una relación muy especial con la mujer como madre y generadora de vida biológica y espiritual. Es precisamente la mujer el tema que deseo compartir con los lectores y particularmente con la mujer campesina.
Cuando preguntamos a algunos campesinos sobre lo que necesitan para lograr una buena cosecha, generalmente coinciden en muchas necesidades que por lo reales, no son menos importantes para llevar a cabo con éxito el trabajo en la finca, como por ejemplo el fertilizante, los créditos, el clima favorable, la mano de obra y muchos otros.
Pero a mi juicio, existe un aspecto esencial en la vida del campo que generalmente se pasa por alto y es el que asegura el rendimiento del campesino en cada faena e influye directamente en el ritmo de trabajo y los resultados en una finca campesina. Este aspecto esencial es la mujer en la casa. Sin ella es difícil que el campesino pueda rendir bajo el sol tantas horas de trabajo y sin pretensión alguna pudiera decir que ella es el alma de la cosecha, sea de tabaco, café, caña en fin todo fruto logrado del campo tiene un mérito compartido entre el hombre y la mujer.
La mujer se sacrifica día a día dentro del hogar, y a su vez quiero exhortarla a salir de la invisibilidad y tomar un rol más activo en la vida y las decisiones dentro de las fincas, las cooperativas y el entorno social del campo. La mujer puede asumir y proponerse horizontes hacia un papel más protagónico en el ámbito de la economía, planificación de los proyectos productivos, sea con su marido, hermanos, hijos o sola como toda mujer emprendedora y sin miedo a la vida.
Puede ser un atrevimiento hablar de una realidad con poco tiempo de vivirla, pero de lo que si estoy segura es, que si no asumimos un rol con pleno ejercicio de la libertad, no damos valor a nuestra condición de ser iguales en dignidad. Puede que para algunas sea más fácil tomar el camino de aislarse y quedarse al margen, y a la luz del machismo hacer lo que le toca como mujer, y otras prefieren ir al extremo de compartir con el hombre dentro de su familia.
Los extremos nunca son buenos. Se trata de reconocer las capacidades que naturalmente tienen los hombres y las mujeres, poniendo los dones de cada género en disposición del progreso personal, familiar y de la finca campesina. Sin embargo cuando hablo de asumir este rol me refiero a conquistar un espacio en la toma de decisiones, superando así el machismo, maltrato o marginación al que a veces somos sometidas las mujeres, por no tomar a tiempo el lugar que nos toca dentro de nuestros hogares y la vida en el campo.
Hoy en día encontramos un buen número de mujeres que luchamos por nuestros derechos, de ser vistas como personas y no como objetos descartables, que se puede usar y tirar cuando se quiere. Esta realidad se da en todos los ámbitos de la vida de la mujer.
Considero que la mujer de la casa no solo está llamada a ver las cuestiones del hogar, sino que junto al hombre, debe contribuir en la vida social y política de la realidad que le circunda y así aportar aún más al desarrollo de las comunidades rurales.