Conclusiones
La situación de las mujeres presas políticas en Cuba no es resultado de hechos aislados, sino de un patrón estructural y sistemático de represión estatal, que se manifiesta tanto en el plano judicial como en las condiciones de reclusión. Las múltiples historias documentadas reflejan prácticas consistentes de criminalización del disenso, negligencia médica deliberada, violencia institucional, y trato cruel, inhumano y degradante hacia mujeres encarceladas por motivos políticos.
Las condiciones procesales en las que fueron condenadas muchas de estas mujeres carecen de garantías fundamentales. Juicios sumarios, ausencia de defensa adecuada, acusaciones genéricas como “sedición”, “desorden público” o “desacato” y penas excesivas, revelan un sistema judicial instrumentalizado para castigar el activismo político y silenciar la disidencia.
Las condiciones carcelarias impuestas a estas mujeres atentan directamente contra su integridad física y mental. Las cárceles femeninas en Cuba operan en condiciones de hacinamiento extremo, insalubridad, alimentación deficiente, negligencia médica y ausencia de protocolos con enfoque de género. Esto ha generado graves consecuencias de salud, incluyendo enfermedades ginecológicas, trastornos psiquiátricos, complicaciones durante el embarazo, y en el caso de Yoleisy Oviedo Rodríguez, incluso la muerte.
En particular, los casos de mujeres embarazadas y madres recientes privadas de libertad, como Lisdany Rodríguez Isaac, Liliana Oropesa Ferrer y Lázara Karenia González Fernández, exponen un tipo de violencia institucional específica: la criminalización de la maternidad en contextos políticos. En cada uno de estos casos, el Estado cubano ha fallado en garantizar derechos esenciales como la salud, el descanso, la alimentación y el vínculo materno-infantil.
Aun después de su liberación, muchas de estas mujeres continúan siendo víctimas de acoso, exclusión laboral, falta de acceso a medicamentos y vigilancia estatal, lo que indica que el castigo no termina con la excarcelación, sino que se prolonga en la vida civil.
Las mujeres cubanas prisioneras del régimen no solo enfrentaron rejas físicas, sino también una maquinaria de silenciamiento y dolor. Hoy, sus testimonios no solo denuncian abusos, sino que constituyen pruebas vivas de que la represión en Cuba tiene rostro de mujer.