Tres opciones. Una muy dañina. El peligro de posturas hemipléjicas y sectarias. La imperiosa necesidad de unir fuerzas, por Cuba, con amor.
El próximo 24 de febrero el régimen tiránico imperante en Cuba llevará a «referendo» su nueva Constitución. En esencia muy similar a la actual impuesta en 1976, «reformada» en 1992 y en 2002. Constituciones de tipo estalinista, donde un partido político, el comunista, propiedad de un líder mesiánico o de una reducida casta compuesta por individuos que se consideran los más sabios y capaces y los únicos con derecho a decidir que es bueno y que es malo y que se puede o no se puede hacer.
Basta con leer el artículo 5 de la vieja y de la nueva Constitución para comprender que se trata de más de lo mismo. Las pequeñas variaciones poco importan. Cuando una persona o un partido, están por encima de todos, se vive bajo oprobiosa dictadura. Las leyes solo se aplican según conviene al dictador, y lo que pueda favorecer al pueblo, resulta letra muerta siempre que el partido lo decida. De poco sirve si la nueva Ley de Leyes reconoce ciertas formas de propiedad privada. Bajo tiranía todo es coyuntural. Ninguna persona de bien, ningún cubano honesto, ningún ciudadano digno, debe apoyar la nueva Constitución. Tampoco la vieja, ni nada que no sea fruto de la decisión del pueblo expresada libre y democráticamente. Requisito que no se cumple en la Mayor de las Antillas hace más de seis décadas.
Otra de las muchas razones para rechazar ambos textos, es la grave falta de respeto a la memoria del Apóstol de nuestra Independencia, José Martí, al ligarlo a individuos (Marx, Lenin y Fidel), e ideologías (socialismo, comunismo), tan contrarios a su pensamiento democrático y liberal.
Sin dudas, el próximo 24 de febrero los cubanos tendremos tres opciones principales. Veamos a continuación lo que cada una de ellas significa:
Votar sí (#YoVotoSí), por la Constitución castrocomunista.
Votar sí (#YoVotoSí), por la Constitución castrocomunista. Esta es la opción de la dictadura, la fórmula de los explotadores, de los violadores de los derechos y libertades fundamentales de los cubanos. Para el pueblo trabajador, para obreros, campesinos, técnicos, ingenieros, médicos, enfermeras, maestras, profesores, estudiantes, amas de casa, creyentes, no creyentes, cuentapropistas y desempleados…, esta es una fórmula muy dañina y apoyarla sería una demostración de irresponsabilidad extrema y en algunos, hasta de masoquismo crónico.
La dictadura con esta maniobra busca lavar y maquillar ante los ojos del mundo, su viejo y repulsivo rostro. Necesitan decir al planeta: «el pueblo aprobó una nueva Constitución que reconoce el derecho a la propiedad privada, bla, bla, bla». Necesitan quitarse presión internacional y conseguir capital para su gravemente enferma economía.
Decir Sí en 24 de febrero, es decir sí a las flagrantes y masivas violaciones a los derechos humanos, a la pobreza generalizada, a los salarios miserables, a la crisis del transporte, la vivienda, la salud, y demás males que nos afectan, responsabilidad del partido único que tiraniza a la Nación. Decir sí a la fórmula de la dictadura es renunciar a una vida libre, digna y próspera.
Yo voto No (#YoVotoNo), por la Constitución de la dictadura
Yo voto No (#YoVotoNo), por la Constitución de la dictadura. Esta es la opción defendida por un amplio número de organizaciones opositoras, defensores de los Derechos Humanos y otros integrantes de la Sociedad Civil Independiente tanto dentro como fuera del territorio nacional.
Para entender la importancia del llamado a votar No, es necesario conocer a fondo la realidad cubana. Vivimos bajo un régimen que todo lo controla, que es el principal empleador y que tiene muchos mecanismos de coacción para hacer que hasta los cuentapropistas y las personas que viven de remesas enviadas desde el exterior, hagan su voluntad por temor a represalias.
Para comprender que el No es la opción más práctica, además del argumento anterior, solo hay que tener presente que sí, por ejemplo, el 20 por ciento de los electores optan por no ir a las urnas y solo asiste el 80, un 10 por ciento anula la boleta y otro 10 la deposita en blanco, y del 60 por ciento del llamado voto válido un 40 vota por el Sí y un 20 vota por el No, la nueva Constitución queda aprobaba. Si los que se abstuvieron y los que anularon y dejaron las boletas en blanco hubiesen optado por el No, el No se elevaría al 60 por ciento.
Todos sabemos que ninguna de las tres opciones en juego democratiza a Cuba. Pero todo el que razone sabe que el triunfo del Sí es el que más conviene a la dictadura, así como el No le resulta el más molesto. Un masivo No, sería una contundente derrota para el régimen castrocomunista, aun cuando no lo reconozca. Para Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel, una masiva participación y mayoritaria votación por el Sí, sería el escenario ideal. Pero ante una amplia asistencia a las urnas que dé lugar a un masivo y contundente No, que pueda ser demostrado, preferirían una amplia abstención, aunque algunos valientes salgan a protestar.
Para la dictadura, que controla todos los medios de difusión masiva y que aun engaña a muchos, sería más fácil justificar varias decenas de detenciones arbitrarias de ciudadanos que protesten pacíficamente frente a las urnas, alegando que garantizaban así la tranquilidad de millones de electores. Sin embargo, le sería más complejo justificar las detenciones de cientos de ciudadanos que voten por el No y monitoreen el proceso en defensa de su voto y el respeto de los resultados. Aunque reconocemos y defendemos el derecho tanto a protestar pacíficamente contra el ilegitimo referendo como a votar No y observar cómo transcurre todo.
Los hay que afirman, sin analizar a profundidad, que bajo dictadura no se participa en elecciones o referendos. Sólo les recordaré cinco ejemplos muy elocuentes:
- El 5 de octubre de 1988 en referendo en Chile, triunfó el No a Augusto Pinochet con un 55, 99 % contra el 44, 01 % del Sí, del total de los votos válidos.
- Los resultados de las elecciones de junio de 1989 en Polonia dieron lugar a un gobierno no comunista y al inicio de la democratización de esa nación de Europa del Este.
- En febrero de 1990 la Unión Nacional Opositora derrotó en Nicaragua al comunista Daniel Ortega.
- En diciembre de 2005 Hugo Chávez llenó el Parlamento venezolano de diputados oficialistas al no participar la oposición en las elecciones legislativas. De ahí en adelante le fue más fácil radicalizar su proyecto antidemocrático.
- En diciembre de 2015 la oposición venezolana, a pesar de las trampas del chavismo, propinó una contundente derrota al oficialismo. Esto llevó a Nicolás Maduro a atentar de manera abierta contra las pocas instituciones democráticas que quedaban en la patria de Bolívar y su régimen evidenció a tal punto su autoritarismo que hoy es repudiado por demócratas de casi todo el planeta.
También algunos argumentan que ir a votar No, es legitimar el sistema antidemocrático que impera en nuestra patria. Esto no es cierto, no se legitima lo que por su naturaleza es ilegitimo. En todo caso le legitiman quienes voten por el Sí. Si participar para decir No a la dictadura es legitimarla, cuando usamos un teléfono móvil, por mencionar un ejemplo, para denunciar a la tiranía, estamos legitimando el robo del monopolio estatal ETECSA. Otro error es afirmar que si participas estás obligado a reconocer los resultados. Llamamos a participar a favor del No, porque es la variante más práctica para fortalecer nuestra compleja y ya larga lucha por la libertad, pero nadie está obligado a reconocer ningún proceso electoral que no sea verdaderamente libre y democrático. Tampoco es razonable decir que votar No por la nueva Constitución es aceptar quedarnos con la vieja. Un masivo y rotundo No, va más allá de la Constitución que se lleva a «referendo», sería un No al régimen y a todo lo que este representa.
«Yo No Voto» (#YoNoVoto)
La tercera opción, el «Yo No Voto» (#YoNoVoto), la abstención, el boicot, promovida por varias organizaciones y activistas dentro y fuera de Cuba, en teoría puede parecer la más viril y valiente (votar No y defenderlo, es tan valiente como protestar y más valiente que esconderse o simplemente quedarse en casa), y tiene su mérito, es positiva, personalmente la practico hace más de 25 años. Pero lo cierto es que, como ya expliqué más arriba, para un buen conocedor de la realidad cubana, e internacional, no es la opción más efectiva a menos que quienes la defienden como única fórmula válida tengan la capacidad de movilizar, y demostrar que lo hicieron, a más del 50 % de los cubanos con derecho al voto.
Ahora bien, de la misma manera en que sabemos que los partidarios del «Yo No Voto» no van a poder movilizar a esos millones de obreros, profesionales, estudiantes y otros que temen perder lo poco que tienen, si es que algo les queda, los partidarios del «Yo Voto No», tampoco podemos pensar que estamos en las mejores condiciones para realizar solos una efectiva campaña por el No y monitorear el «referendo» de manera que podamos mostrar al mundo muchas de las violaciones y acciones represivas que seguro ocurrirán. En noviembre de 2017 el Gobierno de Donald Trump cuestionó la legitimidad de las «elecciones» en Cuba «por considerar que las autoridades intimidaron a los candidatos independientes con el objetivo de “evitar” su posible participación». La mejor condena es la que se fundamenta en argumentos sólidos.
También sabemos que buenos cubanos defienden la abstención y que no le vamos a convencer de que cambien de postura. De ahí que la propuesta más inteligente es aunar esfuerzos, trabajar juntos, los del «Yo Voto No» y el «Yo No Voto», para demostrar a la dictadura y al mundo, con hechos, con pruebas, con números, que un alto por ciento de cubanos, por ciento que crece de día en día, somos capaces de trabajar unidos y tenemos el valor necesario para demostrar que estamos contra la tiranía y queremos vivir en libertad. Con quienes mantienen posturas hemipléjicas y sectarias, por encargo o malignidad, si no existe entendimiento alguno, y son, conscientes o inconscientemente, muy buenos aliados de la tiranía. También resultan cuestionables ciertos planteamientos de personas que nunca se enfrentaron a la tiranía y hoy se muestran partidarios de posiciones radicales, olvidando que millones en Cuba aun sienten el temor que ellos no perdieron hasta encontrarse bien lejos del monstruo que oprime a la nación.
Por amor a Cuba, a la libertad y al respecto de todos los Derechos Humanos, los del «Yo No Voto» y «Yo Voto No» debemos juntos defender el derecho de los cubanos de la Diáspora a participar, si así lo desean, en este «referendo» y en toda cuestión de interés de la Nación. Juntos debemos reclamar la presencia de imparciales observadores internacionales en todo el proceso que culminaría el 24 de febrero con la «consulta popular».
Con todos estos esfuerzos no democratizamos aun a Cuba, pero si nos acercamos al momento en que haremos realidad ese sueño de tantos buenos cubanos y cubanas. Es muy necesario darle esta batalla al régimen y si no le derrotamos, al menos hagamos que su victoria sea pírrica. Este sería un muy útil ejercicio a favor de la unidad imperiosa para alcanzar la Cuba «con todos y para el bien de todos» qué Martí quería y que tanto necesitamos.
José Daniel Ferrer García.
Coordinador General de la Unión Patriótica de Cuba, UNPACU.