Los experimentados y audaces líderes del santuario de la libertad en el viejo continente, los dirigentes de los países que integran la Unión Europea, iniciaron esta semana un acuerdo de cooperación bilateral con una dictadura militar del trópico que ellos, en un descomunal esfuerzo lírico y una muestra de exuberante imaginación, han rebautizado como una democracia de partido único.
Pues sí. El acuerdo con Cuba ha entrado en vigor y hay satisfacción en Bruselas y en La Habana porque ya cuentan con un esquema legal para desarrollar sus relaciones y llevar adelante su diálogo político y sus contactos comerciales.
Federica Mogherini, la alta representante de la Unión Europea para la Política Exterior, mostró su entusiasmo con el convenio y dijo que la UE y Cuba estaban pasando página para inaugurar un capítulo nuevo de la asociación.
La señora Mogherini, que firmó en diciembre pasado el acuerdo con el canciller Bruno Rodríguez, es la figura de la dirección política europea que ha demostrado también mayor fantasía a la hora de examinar la realidad cubana porque llega a ver una verdadera transformación en la gestión actual de la dictadura.
Así lo ha dicho: “Nosotros, los europeos, estamos vinculados a Cuba, América Latina y el Caribe por una historia, cultura, valores y aspiraciones para el presente y para el futuro”. Para ella, el nuevo pacto permitirá a su región “acercarse más a Cuba y a todos los cubanos durante la modernización económica, política y social que atraviesa el país”.
El acuerdo establece que se promueva la cooperación a favor del desarrollo sostenible, la democracia y los derechos humanos. Lo que pasa es que la oposición pacífica, los defensores de los presos políticos y las Damas de Blanco, por ejemplo, no tienen ningún contacto con los funcionarios de la misión de la Unión Europea en La Habana ni con los que viajan a la Isla como huéspedes especiales de los castristas.
El periodo de cambios que dice ver Europa en Cuba se caracteriza, en el escenario real, por una intensificación de la represión, el incremento de la escasez de alimentos y medicinas y una única cifra más o menos estable: la cantidad de cubanos encarcelados – alrededor de un centenar– por no aprobar la ideología del partido único y trabajar por la libertad y el progreso de su país.
Los sabios europeos tienen mecanismos para conocer hasta el detalle lo que sucede de verdad en Cuba. Lo que pasa es que una cosa es creer en la propaganda y otra es, por conveniencia del bolsillo y competencias comerciales, hacer como que se cree en la propaganda.