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Heberto Padilla, rebeldía cárcel y exilio

Es inútil el afán del gobierno cubano y la desesperación de su tropa de guatacas nacionales y extranjeros por sepultar en el olvido la obra del poeta Heberto Padilla (Puerta de Golpe, Pinar del Río, 1932. Alabama, Estados Unidos, 2000). No importa el empeño miserable y perverso para que sus poemas y su vida se borren de la literatura de su país. Al hombre que firmó Fuera del juego y Provocaciones no hay quien lo mueva de su sitio en la historia de la poesía que se escribe en idioma español.

Lo que odia el oficialismo de Padilla es el rigor de la música de sus versos y el mensaje claro de sus poemas que aparecieron como la única canción verdadera a finales de los años sesenta. Y odian su rebeldía, el valor de denunciar el sistema represivo que, copiado de los soviéticos y con aportes caribeños, aplicaban (y aplican) los comunistas para controlar a los escritores y artistas.

Padilla ganó el Premio Julián del Casal de Poesía, en 1968, con su libro Fuera del juego otorgado por los poetas José Lezama Lima y Manuel Díaz Martínez, el peruano César Calvo y el inglés J.M. Cohen. El poemario se publicó con una nota de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en la que se afirmaba que los poemas eran “ideológicamente contrarios a la Revolución.”

Tres años más tarde, después de dar un recital con las piezas de su nuevo libro Provocaciones, el poeta pinareño fue arrestado junto a su esposa, la escritura Belkis Cuza Malé acusados de “actividades subversivas.” Padilla permaneció 38 días en Villa Marista, la sede de la Seguridad del Estado. Y al salir se vio obligado a hacerse una autocrítica ante sus colegas. El arresto de Padilla provocó la ruptura de importantes intelectuales de todo el mundo con el régimen cubano y enseñó la cara real del proceso que, en ese tiempo, llevaba poco más de una década instalado en Cuba.

Así narra un amigo la vida de Padilla en Cuba después de la cárcel: “Nadie lo veía ni lo quería ver. Sus viejos amigos, los jóvenes que aprendieron a entender la poesía con sus versos, los vecinos, los compañeros de generación, de la primaria y del bachillerato se quedaban con los ojos vacíos cuando Padilla bajaba por La Rampa, una leve hondonada donde late toda La Habana, rumbo al malecón de la mano de su mujer y, a veces, escoltados por Virgilio Piñera, el hombre que más miedo tenía en Cuba pero que nunca le alcanzó para dejar solo al poeta de Fuera del juego.”

El poeta pudo salir al exilio en 1980 debido a una gran campaña internacional en la que participó, de manera especial, el senador Edward Kennedy. Padilla enseñó en varias universidades estadounidense y falleció en Alabama a los 68 años de un ataque al corazón.

A los esfuerzos por borrarlo del mapa que hace todos los días el oficialismo se puede sumar otras categorías de olvidos que tienen su origen en las pesadillas protagónicas y la envidia, que ya estamos seguros que es una forma de admirar con rabia.

Heberto Padilla, sin embargo, se afianza y crece. Su poesía es un himno privado a la libertad de Cuba y a la soberanía individual. Este poema se titula Para escribir en el álbum de un tirano. Lo hizo en La Habana a fines de los años sesenta:

“Protégete de los vacilantes,
porque un día sabrán lo que no quieren.
Protégete de los balbucientes,
de Juan –el gago-, Pedro-el- mudo,
porque descubrirán un día su voz más fuerte.
Protégete de los tímidos y los apabullados,
porque un día dejarán de ponerse de pie cuando entres.”

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