El Observatorio Cubano de Derechos Humanos señala visión acrítica y superficial de la realidad cubana del Cardenal Ortega

Para el Observatorio Cubano de Derechos Humanos las declaraciones del Cardenal cubano Jaime Ortega en el marco de su visita a Madrid le confirman en una visión de la realidad cubana sesgada y a favor de quienes detentan el poder en la Isla.

Para el cardenal el problema cubano no es entre el régimen y los cubanos sino entre Estados Unidos y Cuba; para él se trata de los vínculos entre los dos estados, es decir: un problema de relaciones internacionales. Olvida que el gobierno cubano ha tenido a los ciudadanos por casi sesenta años en la ausencia de derechos y libertades, produciendo miles de encarcelados y reprimidos y millones de exiliados.

Para el Cardenal el problema cubano es económico; de hecho, para dar fuerza a su tesis, se convierte en portavoz de “la gente en Cuba” -cuestión difícil cuando se es un promotor del gobierno-, y declara que lo que quieren los cubanos es el cambio económico. Desentendiendose, en su ejercicio de interpretación del sentir ciudadano, del ambiente de injusticia, desigualdad social, persecución y maltrato a los que piensan diferente. Ignorando que en Cuba la raíz del problema económico tiene su basamento en el sistema político. Olvidando también el Cardenal que el gobierno ha metido en la cárcel o expulsado de universidades y centros de trabajos a quienes, lejos de arrogarse el ser portavoces de los cubanos, han propuesto preguntarles a estos qué es lo que quieren para su país. Y tan clamoroso como esta visión reduccionista de la realidad ha sido su silencio cuando le preguntan sobre derechos humanos o sobre cuántos prisioneros políticos hay en las cárceles cubanas.

No parece casualidad que la introducción excesivamente loable del Cardenal en Madrid viniese de la mano del antiguo ministro de relaciones exteriores del gobierno de Zapatero, quien ya a inicios de 2015, en compañía de este, se desplazó secretamente a Cuba, para intentar hacer negocios, supuestamente personales (ya que el propio Ejecutivo español se sintió traicionado por este viaje); y no parece casualidad que la estancia en Madrid del Cardenal haya sucedido pocos días después de la del Canciller cubano. Porque ahora todos parecen compartir la misma visión que reduce todo a una cuestión de negocios; y mucho nos tememos que a quien menos beneficie el resultado de este compadreo de las altas esferas sea al pueblo cubano, que peregrina y sufre desde hace más de medio siglo. A nadie engañan, al menos no a quienes, en ese espíritu que pretende encarnar el Cardenal, ponen por delante de los negocios el respeto a la dignidad de la persona, a sus derechos y libertades; no convencen a nadie quienes bajo la coartada del “diálogo y la colaboración” proponen una prosperidad sin basamentos y una paz más falsa cuanto más el que la proclama ignora la cruda realidad de aquellos a quienes dice proteger.

Alejado de la misión profética que se le supone a un jerarca eclesial, el Cardenal una vez más ha sobrevolado la realidad cubana; la cual apenas describe y menos aún analiza, interpreta y discierne. Lo ha hecho así para sentirse bien consigo mismo dentro de un traje que ya ha demostrado en reiteradas ocasiones que le queda grande.

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