Desde hace años, somos muchos de los que andamos por los caminos de reconquista pacífica de la democracia, buscamos de alguna manera una oportunidad para manifestar públicamente nuestro descontento con el régimen. Por el ejercicio de este derecho hemos pagado con años . El proyecto Varela, “el ejercicio cívico más importante en el último medio siglo” (al decir de Dagoberto Valdés, uno de los más destacados líderes cívicos cubanos de las últimas décadas), fue una petición ciudadana entre cuyas demandas se incluyó un referéndum. Fue también una movilización ciudadana en simetría con el momento actual. La mayoría de las exigencias de la iniciativa: derecho a la libre expresión y a la libre asociación, amnistía de todos aquellos encarcelados por motivos políticos, derecho de los cubanos a formar empresas, una nueva ley electoral y referéndum.
Son derechos que no reconoce la nueva reforma constitucional, para la cual se convoca una consulta. ¿Por qué entonces no decir NO en las urnas, en una inédita y rotunda manifestación de desobediencia?. Es la primera vez, en muchos años, que los cubanos tenemos esta oportunidad, de la que la egolatría y la presunción de algunos pretenden privarnos. Un error, aun cuando se haga sin quererlo o se proponga sin saberlo.
Quienes convocan al boicot, lo hacen más desde la emoción que desde la razón, desechan la posibilidad real de visibilizar un descontento acumulado por décadas, en un momento especialmente favorable. Ellos saben de antemano que un boicot no alcanzará las cotas necesarias. Para boicotear algo, hay que tener la capacidad de aislar, excluir y privar, y todos sabemos que esa capacidad, más que una realidad, es un deseo. Un boicot es una opción legítima, un gesto tal vez heroico, pero puramente testifical. Las fuerzas con que cuentan las distintas organizaciones de la sociedad civil y la oposición, deberían preservarse para momentos más propicios, máxime cuando sabemos que entre las personas con derecho al voto, tal convocatoria tiene menos posibilidades de materialización que el voto negativo.
Esto lo sabemos porque conocemos el volumen de sus fuerzas y su capacidad de convocatoria. La Unión Patriótica de Cuba, la organización dentro de la isla con mayor capacidad de movilización, no se hace trampas en el solitario y convoca, junto a un importante grupo de organizaciones dentro y fuera de Cuba, a votar por el NO. Como muchos de nosotros, saben que es la opción con más posibilidades para polarizar el descontento. Para nadie es un secreto que la capacidad de movilización de algunos de los más agresivos en la exigencia es más bien todo lo contrario.
El caso de Venezuela es un referente, si hay hoy un gobierno de transición es por que antes los venezolanos en las urnas dejaron clara su la voluntad de cambio. Aquella acción les ganó el reconocimiento internacional que hoy se patentiza.
Es hora de ejercer nuestro derecho de manifestación. Cuando no se puede lo que se quiere, hay que querer lo que se puede.