Ciudadanos de tercera, turistas de segunda

En la madrugada del domingo 30 de marzo de 2008 entraba en vigor el libre acceso de los nacionales cubanos a los hoteles de su propio país, algo que hasta esa fecha les estaba prohibido.  La prensa internacional dio amplia difusión a esta medida estrella del entonces recién presidente, Raúl Castro, que eliminaba una restricción odiosa propia de un régimen de apartheid. Atrás quedaban las tristes escenas de extranjeros que no podían invitar a sus amigos o familiares cubanos a pernoctar en un hotel, o a acompañarle en las instalaciones de esparcimiento del mismo.

Sin embargo, la eliminación de esta absurda prohibición no ha conllevado que los cubanos acudan de manera significativa a disfrutar de las instalaciones hoteleras, ni siquiera a las de atractivos polos turísticos como Varadero o Jardines del Rey. Esto era algo de esperar.

Un estudio demoscópico encargado recientemente por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos y realizado en las tres principales regiones del país, reveló que el 64,7% de los entrevistados no vacaciona, en tanto que el 33,4% sí, algo así como una tercera parte. Unas vacaciones que el 72,2% afirma que disfruta solo una vez al año, mientras que el 21,9% indica que disfruta de vacaciones dos veces a lo largo del año. Un 74,7% de los que vacacionan lo hacen por menos de 7 días.

El 8,3% que vacaciona lo hace en hoteles de turismo internacional y el 11,1% en hoteles en divisas o moneda nacional. La mayor parte (el 66,1%) lo hace en viviendas de familiares o camping.  No hay que ser economista para darle explicación a este asunto.

Según la mencionada encuesta, la mitad de los cubanos vive con menos de 28 dólares al mes y un 57,5% dice que no le resulta posible ahorrar; y de aquellos que sí pueden, esto es el 37,9%, lo hacen mayoritariamente por “si vienen tiempos peores” (37,5%) o “para emigrar” (15,8%).

Los altos precios de los hoteles y el complicado panorama de la economía individual, marcado por su bajo nivel adquisitivo y las dificultades para cubrir las necesidades básicas, hacen imposible que los cubanos disfruten de las instalaciones hoteleras.

A esto hay que sumar las reconocidas dificultades de movilidad que existen en el país, por ejemplo, con una aerolínea nacional que está entre las peores del mundo y cuya principal excusa ante la suspensión de vuelos nacionales, como ha sucedido recientemente, es la existencia del embargo norteamericano.

Sin embargo, no solo son dificultades económicas. Tantos años de discriminación desde el propio estado, han generado una falta de cultura de servicio entre los propios cubanos.  Este desprecio a los connacionales saltó a la luz pública a raíz de un artículo publicado en el oficialista Juventud Rebelde en febrero de 2018, donde una persona se quejaba amargamente de sus accidentadas vacaciones de dos días en un hotel en la cayería de Ciego de Ávila.  Según cuenta el articulista, un chofer del autobús –turístico- que lo debía trasladar, explicando la actitud de un guía que no quiso acompañar al grupo de cubanos,  comentó lo siguiente: “Para los guías turísticos, los cubanos son un viaje de escombros… Porque no dan propinas ni nada, y a veces se ponen malcriados”.

Esa no fue la única situación denigrante que le sucedió a esta persona en aquella “experiencia turística”,  quien al final de su artículo lamentó: “No sé cuándo mi familia pueda tener otra vez la oportunidad de volver a un sitio turístico de esta categoría, invitada por alguien con solvencia económica, y en el mejor de los casos, con nuestros propios recursos”.

Queda claro que la situación va más allá de la eliminación de prohibiciones absurdas. La cuestión es de derechos, de respeto,  y de ayudar a los ciudadanos a generar riqueza.

Mientras el gobierno no tome medidas liberalizadoras de verdad, que afecten de manera amplia al sistema de propiedad y a la libre iniciativa económica, la mayoría de los cubanos seguirán sin disfrutar de las bellezas naturales y de las infraestructuras turísticas que se han construido en su país. Y los pocos que lo hagan, siempre lo harán bajo la condición de un turista de segunda.

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