Ballet de Camagüey. Luces y sombras

El 1 de diciembre de 1967, hace 50 años, con la presentación al público en el Teatro Principal de un lucido espectáculo, quedaba oficialmente inaugurado el Ballet de Camagüey. En la primera función de  la debutante compañía se incluyó, Las sílfides, el pas de trois del primer acto de El lago de los cisnes y La fille mal gardée. Todo bajo la dirección de la Maestra camagüeyana Vicentina de la Torre. Quien convirtió en el año 1961, su modesta academia de Ballet en la Escuela Provincial de Ballet bajo el patrocinio del gobierno revolucionario. Camagüey ya tenía una tradición balletística que se remontaba a los años 30 del siglo XX con el trabajo de las maestras Gilda Zaldívar Freyre, cuñada del líder comunista Julio Antonio Mella y Marta Matamoros, en el colegio Zayas, formando jóvenes bailarinas.

Con el devenir del tiempo y bajo la batuta del Maestro Fernando Alonso, entre 1975 a 1992, el Ballet de Camagüey llegó a rivalizar con el capitalino Ballet Nacional de Cuba, de la Prima Ballerina Absoluta, Alicia Alonso. Un trabajo técnico colectivo riguroso en que sobresalieron Alberto Méndez y Adolfo Roval, contribuyeron a dar a conocer al Ballet de Camagüey en el plano internacional, lográndose grandes producciones como El lago de los cisnes, Las llamas de París y Don Quijote. De ese modo el Ballet Camagüey llegó a ser la institución cultural más importante de la provincia. Su actual directora desde hace más de 20 años es la Maitre y Regisseur Regina María Balaguer Sánchez.

Pero la gloria obtenida por la compañía local se ve empañada por la crítica situación económica  por la que atraviesa, con un presupuesto muy reducido y el éxodo de sus bailarines y coreógrafos hacia el exterior, que ha hecho descender la cifra de bailarines, de 100 en los años 80 del siglo XX, hasta un mínimo de 30 en el presente. Siendo ya de hecho una compañía de segundo orden, sin un festival de ballet propio, ni invitación oficial al Festival Internacional de Ballet de La Habana ni a ningún otro festival. Los problemas de recursos de la compañía son acuciantes. No existen telones ni atrezos para las funciones. Los técnicos, maquillistas y vestuaristas, improvisan como pueden. No hay combustible para el transporte y a menudos vemos a los artistas pedalear en bicicleta largas distancias o caminar para llegar cansados a las funciones. La alimentación para los ensayos es escasa y mala. El salario de bailarines, coreógrafos y demás personal de la compañía oscila entre 350 y 400 pesos mensuales, algo así como 10 ó 12 dólares, lo cual obviamente no alcanza ni para comer. También los artistas se ven obligados a realizar funciones de carácter político en galas, homenajes, aniversarios, ¨históricas¨ tribunas antimperialistas y un largo etc., actuando en escenarios improvisados en muy mal estado, donde se lesionan con frecuencia. También las zapatillas de media puntas, leotares, mallas son de mala calidad, de producción local o reparados reiteradamente. La verdad es que la compañía no se ha desintegrado por el aval político de su directora actual,  hija del dirigente político José Ramón Balaguer y la propia Regina es miembro del Comité Provincial del Partido en Camagüey. Tampoco se permite sociedades de amigos de la compañía ni ninguna iniciativa privada o donación para apoyar la institución, todo tiene un carácter político y el ballet depende del exiguo presupuesto del Ministerio de Cultura.

Lo que fue un logro del gobierno revolucionario en su afán de llevar la cultura a las masas populares, hoy es una gran mascarada política, que se sostiene para no corroborar el fracaso de la compañía y del sistema socialista cubano. Mi consuelo es que los cientos de jóvenes bailarines formados en el Ballet de Camagüey, andan dispersos por el mundo llevando lo mejor del arte danzario clásico hasta los más remotos confines del orbe para multiplicar la semilla del Ballet de Camagüey.

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