Balance de unas selecciones que no significan nada

Como si se tratase de un ejercicio de marketing político y electoral de brillante ejecución, el régimen comunista de La Habana ha hecho coincidir la votación a unos comicios municipales en Cuba con los fastos del primer aniversario de la muerte de Fidel Castro. Una operación de gran significado político. Poco, muy poco se ha hablado de la compleja situación económica de los cubanos, sus dificultades para llegar a fin de mes, o en qué medida se pueden ofrecer soluciones a todos esos problemas. En ausencia de unas condiciones económicas favorables para estimular la participación electoral a favor del régimen, qué mejor estrategia que recordar al desaparecido líder comunista y casi tratar de convencer a los cubanos que todavía vive. La pregunta es ¿funciona ese argumento electoral?

No conviene olvidar que en este simulacro de elecciones el régimen se lo juega todo, sobre todo teniendo en cuenta que las mismas deben conducir al relevo del último Castro al frente de los destinos de la nación el próximo mes de febrero. Un recambio, más que un relevo, que asegure la continuidad de las políticas y la ideología que ha dominado el país durante 58 años, como declaró el que se perfila como delfín sucesor, Miguel Díaz-Canel, «yo no concibo las rupturas en nuestro país, creo que ante todo tiene que haber continuidad», después de emitir su voto.

Aunque muchos piensan lo contrario, la única incertidumbre que existe en la arena política castrista es si Díaz-Canel, designado por el propio Raúl Castro como su «número dos» en 2013, será finalmente el sucesor al frente de la cúpula dirigente del país, donde otros observadores políticos sitúan a algún hijo de Raúl Castro, su ex yerno y altos dirigentes militares y de la seguridad del estado.

En cualquier caso, la consigna de todos los que pueden hablar en los medios oficiales ha sido repetir machaconamente que en el el futuro «habrá presidentes siempre defendiendo la Revolución y serán compañeros que saldrán del pueblo», como si alguien pudiera anticipar el futuro en política. Hacer coincidir el voto municipal con el aniversario de la muerte de Fidel Castro es una operación de cálculo político de primer nivel en la que, por supuesto, siempre están presentes las condiciones del enfrentamiento con EEUU en lo que se considera un retorno a la línea más dura del régimen en los últimos meses.

Las elecciones municipales, dentro del complejo sistema electoral castrista, tienen como finalidad seleccionar, que no elegir, y más tarde, designar a un delegado del poder popular, el equivalente a un concejal, en cada una de las 12.515 circunscripciones electorales que hay en el país, que integran los 169 ayuntamientos, denominados asambleas municipales en la jerga castrista.

Además, de entre los delegados seleccionados salen después los candidatos a diputado de la Asamblea Nacional en los elecciones que llaman “generales”, que se tienen que celebrar en los próximos meses, pero que aún no tienen fecha. Lo significativo es que estos delegados son todos del partido único, el Comunista, y además, muchos de ellos fueron elegidos previamente en asambleas de barrio de escasa o nula representatividad plural y sin ningún tipo de garantía de organización de procesos democráticos.

Por si todo ello no fuera bastante, el Parlamento que salga de esta última selección será el encargado de ratificar, el 24 de febrero de 2018, al nuevo presidente de Cuba, a propuesta del Consejo de Estado, lo que supondrá, tal vez, el recambio generacional en el poder después de casi 60 años de castrismo y el esperado relevo, ya se verá, de Raúl Castro.

Raúl Castro, en sus horas más bajas, agobiado por la falta de recursos y el empobrecimiento general de la economía que ya empieza a dejarse sentir de forma muy intensa, y al que los observadores internacionales en La Habana han visto participar muy poco en los actos de homenaje a su hermano muerto hace un año, lo que ha vuelto a disparar las alarmas sobre un posible enfrentamiento larvado entre ambos durante décadas. Lo cierto es que salió a votar muy temprano, casi pasó desapercibido y desapareció el resto del día mientras los medios oficiales castristas se dedicaban a combinar el voto ciudadano con el aniversario de la muerte de Fidel Castro, en lo que se podría considerar un ejercicio significativo de propaganda política contraria al más mínimo respeto a los derechos humanos.

La plataforma Ciudadanos Observadores del Proceso Electoral (COPE), vinculada a la plataforma opositora #Otro18, que intentó presentar a 182 candidatos independientes, pero fue excluida del proceso electoral por el régimen, consiguió distribuir 275 observadores en trece de las quince provincias de la isla para llevar a cabo una «observación itinerante» del proceso. La observación se desarrolló «sin grandes dificultades», aunque algunos grupos denunciaron la detención de activistas o la imposibilidad de que otros votaran al no aparecer en el censo. Al tratarse de un domingo, la policía política volvió a acosar y reprimir a las Damas de Blanco.

Sin argumentos que ofrecer al pueblo cubano, el recurso a Fidel Castro aparece como un instrumento de propaganda electoral del régimen que muestra su escasez de referencias para avanzar hacia el futuro y la incapacidad para construir un proyecto capaz de integrar a todos los cubanos. Más de lo mismo. Y con tanta selección comunista seguida en el tiempo, lo peor es que nadie, absolutamente nadie, está prestando atención a lo que ocurre en la economía. Los datos económicos que llegan de Cuba confirman nuestras previsiones de meses atrás. Lo que falta hasta febrero de 2018 no será muy bueno. Señales de alarma llegarán y pronto.

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